Construyó
una capilla en el fondo de su casa y abrió las puertas de su tradicional hogar
lleno de arbustos, plantas y flores a todo aquel que se atreviera a escucharlo
y creer en él.
Durante años una multitud de personas (centenares de estos vecinos de Villa
María y de localidades de la región) se acercaron a las sanaciones que
realizaba los miércoles, sábados y domingos, en el cual uno podía observar una
cuadra a la redonda totalmente llena de autos estacionados de los más diversos
lugares del país que venían a verlo, además que todos se llevaban bidones de
agua porque según trascendió “todo el agua que salía de sus grifos era
sagrada”.
Artemio, que
nunca fue reconocido oficialmente como sanador por la Iglesia Católica, ha
sido y es una figura que se destacó en Justiniano Posse localidad ésta distante
a 82 kilómetros de Villa María.
Fuente: Villa Maria Ya.